Desaceleración de la eurozona pone presión a carrera por sucesión de Draghi
l próximo presidente del Banco Central Europeo podría enfrentar un escenario mucho más complejo del esperado. El principal candidato es el alemán Jens Weidmann, pero franceses y finlandeses se posicionan. 
- T+
- T-
Desde Frankfurt
Es el cargo más importante para definir el futuro del euro, y, sin embargo, el nombre del sucesor de Mario Draghi al frente del Banco Central Europeo (BCE), depende de un juego de votos políticos en las próximas elecciones del Parlamento Europeo. El próximo presidente del BCE tendrá la dura tarea de tratar de normalizar la política monetaria de la eurozona, que mantiene tasas reales negativas desde hace cuatro años y acumula una hoja de balance por US$4 billones, en bonos que adquirió para inyectar liquidez al mercado. Las medidas, al principio extraordinarias, se han vuelto parte de la nueva “normalidad” postcrisis y su retiro se hace aún más difícil dado el debilitamiento reciente de la eurozona.
La incertidumbre creada por el conflicto comercial entre Estados Unidos y China y la falta de reformas necesarias en los diferentes miembros del bloque han llevado a una desaceleración más profunda de lo esperado. La economía de la eurozona se estancó en el cuarto trimestre de 2018 y la Comisión Europea recortó su pronóstico de crecimiento a apenas 1,3% para este año y 1,6% para 2020.
Los analistas de Deutsche Bank Research son aún más pesimistas para el crecimiento hacia el próximo año y creen que el BCE deberá postergar la esperada alza de tasas de septiembre 2019 a marzo de 2020.
Hasta hace unos meses se esperaba que Draghi, quien impulsó los programas de compra de bonos y tasas negativas, esté al mando para dirigir al BCE en el inicio del plan de salida y la primera alza de tasas en una década. Pero la debilidad de la eurozona dejará la medida en manos de su sucesor. Peor aún, de darse una nueva crisis como la que afectó al bloque entre 2009 y 2012, el BCE tiene hoy menos herramientas para enfrentarla: las tasas de interés siguen en terreno negativo y, a pesar de la defensa que hacen algunos economistas, lo cierto es que el programa de relajamiento cuantitativo (QE) no impulsó directamente el crecimiento y el empleo.
Los candidatos
Este escenario no favorece a la candidatura de quien hasta hace poco parecía el candidato natural al sillón: el presidente del Bundesbank alemán, Jens Weidmann.
Draghi quien, bajo la premisa de “hacer lo que sea necesario” para salvar al euro, instauró desde julio de 2012 una política monetaria extremadamente expansiva, termina su período en octubre. Tras el gobierno de un holandés (Wim Duisenberg), un francés (Jean-Claude Trichet), y un italiano (Draghi), Alemania considera que es su turno de dirigir al emisor europeo, después de todo, como la economía más grande del bloque y también principal accionista del BCE, con un 18%.
La desaceleración, sin embargo, le podría jugar una mala pasada. De todos los candidatos que se barajan en los pasillos de Bruselas, Weidmann es el que parece menos alineado con la idea de mantener la política expansiva de Draghi. Por el contrario, se opuso públicamente en su momento al programa de compra de bonos y desde finales de 2017 ha insistido en la necesidad de empezar con el retiro del estímulo.
“Con justa razón, los inversionistas podrían ver con preocupación la elección de Jens Weidmann como presidente del BCE. Hay que reconocer que en los dos últimos años ha reducido sus críticas a las medidas poco convencionales, pero… sigue cuestionando los beneficios del QE, aboga por una rápida normalización monetaria y apoya lo que -consideramos- es una separación exagerada de las políticas monetaria y fiscal”, señala Andrew Kenningham, economista jefe para Europa de Capital Economics.
Weidmann se convirtió en 2011 en el presidente más joven del Banco Central alemán y dirige desde 2015 el Banco Internacional de Pagos. Su tesis doctoral se basó en la política monetaria para el euro y los economistas de su país lo reconocen como el mejor representante de la tradición monetaria alemana, que favorece la estabilidad de precios por sobre el crecimiento o el valor de los activos financieros.
La coyuntura, sin embargo, favorece a la candidatura de un francés, Benoît Coeuré. Considerado mano derecha de Draghi, desde 2012 forma parte del comité ejecutivo de seis miembros que dirige el BCE. También fue parte del equipo que diseñó las “medidas que fueran necesarias” para combatir la crisis del euro.
Coeuré no solo está alineado con la apuesta expansiva de Draghi, sino que coincide en la idea de que los bancos centrales deben preocuparse también de las consecuencias del cambio climático, como propone el próximo economista jefe del BCE, Philip Lane. El banquero central irlandés fue recientemente designado por los ministros de finanzas de la eurozona y asumirá su cargo en junio. Entre sus definiciones, apoya la idea de emitir papeles estructurados, respaldados por deuda de países miembros. Es decir, “eurobonos”. Una idea a la que los alemanes se oponen tajantemente.
En contra de la elección de Coeuré jugaría el rol protagónico que ha tenido en el BCE desde hace seis años, que no coincide con la idea del recambio de liderazgos. Pero, si se siguen los estereotipos (banqueros del norte más austeros, banqueros centrales del sur más expansivos), los políticos podrían optar por otro francés François Villeroy de Galhau, actual presidente del emisor de ese país.
Otros candidatos, con un perfil pragmático (ni halcón ni paloma) son los banqueros centrales de Finlandia: Erkki Liikanen y Olli Rehn. Alemania y Holanda podrían alinearse tras su candidatura.